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AGRICULTURA CERTIFICADA
Nota publicada en Octubre del 2014 por revista AAPRESID. Red de Innovadores.

TRABAJAMOS HOY PENSANDO EN EL FUTURO

En agosto pasado, la Cooperativa Agrícola Ganadera Los Molinos Ltada. de la homónima   localidad, logró la certificación de un grupo de socios integrado por pequeños productores, y así cumplir un sueño para el que habían trabajado arduamente durante casi dos años.

 

Este proyecto se inició como una "prueba piloto" y fue impulsado por el equipo de la cooperativa, conformado por la C.P.N. Ariadna Socca (coordinadora del proyecto), los ingenieros del departamento técnico de la cooperativa y Arturo Lombardich, gerente general, quien lejos de "distraerse" con temas más generales siguió de cerca el avance del proyecto, entendiendo que el éxito de estas iniciativas depende del compromiso de quienes la dirigen.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

OCTUBRE 2014

Con la ayuda de los facilitadores, Javier Pepa Furfaro y Pablo Semberoiz (SPC consultores),la cooperativa Los Molinos muestra orgullosa su sello de certificación, que es hito de un cambio mucho más profundo, hacia una nueva estrategia de gestión basada en un "desarrollo cooperativo sustentable", donde la cooperativa es eje y motor del cambio no sólo de los productores sino de la comunidad en su conjunto.

Los Molinos, es una localidad de 2.000 habitantes ubicada en el sur de la provincia de Santa Fe a 18km al oeste de Casilda. La actividad de Los Molinos gira en torno a la producción agropecuaria, la agroindustria (fábrica de casillas y de engranajes entre otras) y la prestación de servicios agrícolas (contratistas). Así Los Molinos respeta la dinámica que caracteriza a muchas otras pequeñas localidades de la zona que dependen mayormente de la producción agropecuaria. Asimismo predominan productores de menor escala, que pelean un lugar con cierta desventaja en un mercado cada vez más competitivo y más exigente en términos de trazabilidad. En este contexto, el anclaje local que caracteriza a las cooperativas las convierte en actores principales en la inducción y en el apoyo para la adaptación a los cambios.

Asumiendo este rol, Arturo y equipo reconocen- según sis propias palabras- que "la identidad cooperativa no debe quedar sólo dentro de la organización". Entienden que es imposible quedarse en el servicio que se presta a los productores sin pensar en el pueblo en el que se trabaja, y que es necesario posicionar al productor como agente activo (primer eslabón de la cadena productiva) dentro de la estrategia de "agregado de valor" a la producción tradicional que plantea la cooperativa. Es decir es necesario incorporar a los socios en un esquema común de trazabilidad de procesos y de gestión de calidad, que integre buenas prácticas agronómicas, el cuidado del ambiente y de las personas.

 

En agricultura certificada (AC) y RTRS encontraron esta oportunidad de diferenciación y a la vez una herramienta que les permitiera trasladar la visión y misión de la organización a cada uno de sus miembros, fundamentalmente en su forma de gestionar el negocio y en el compromiso con las buenas prácticas.

 

De esta manera, deciden dar el punta pie inicial con una prueba piloto, incluyendo a 6 de sus productores y un total de 1.400 hectáreas, todos con campo propio y maquinaria de precisión. Con el apoyo de Javier y Pablo, lograron generar un Sistema de Gestión de Calidad (SGS) aplicable a todas las empresas del grupo. La cooperativa lidera, asesora y acompaña a los productores durante el proceso y llena el vacío pequeño que tienen en sus estructuras. En este sentido hubo que trabajar mucho adaptando los protocolos a organizaciones unipersonales.

 

Al inicio según la cooperativa "es clave reforzar el convencimiento del productor" ya que aquí se define la posibilidad de sostener activo y en el tiempo un SGC.

Luego en una segunda etapa también muy intensa, trabajaron (y continúan haciéndolo) en la sistematización del uso de registros y procedimientos en otras palabras "en cambiar la forma de hacer las cosas". Aquí la cooperativa y los facilitadores explican la necesidad de generar sistemas para la toma de datos que resulten amigables. Tal es así que utilizan lo que llaman un "cuaderno de campo" herramienta simple y práctica, para el registro de la información.

La implementación de un SGC y de las buenas prácticas, permitió forjar una forma de trabajo común para la cooperativa y para sus productores. Les ayudó no solamente a hablar un mismo idioma sino también de desprenderse de posturas tradicionales del estilo de: "esto siempre se hizo así". 

 

Aquí las palabras del equipo son claras "no enseñamos a producir, sino aprendemos a hacer el proceso bajo buenas prácticas agronómicas, sociales y ambientales, soportado en un sistema de gestión de calidad". "Lo importante es que cada actividad que se desarrolla en el establecimiento está bajo el paraguas de la rentabilidad, el cuidado ambiental y de las personas y que este comportamiento se transforme en habitual, se naturalice"

 

Con el certificado en la mano, la cooperativa apunta ahora a otros desafíos de "contagiar" y trasladar el sistema a nuevos socios y a las demás áreas de la cooperativa, de manera de asegurar la calidad en todos los servicios y productos brindados.

 

El proyecto en el que se embarcaron la cooperativa y sus socios significó cambios profundos, que fueron más allá de la certificación en sí. La inserción de los jóvenes en la actividad y su acercamiento a la cooperativa crecieron notablemente. De la misma manera se logró "un involucramiento de toda la familia en el proceso, no sólo de quien lleva adelante la actividad diariamente en el establecimiento". Para el equipo "se convirtió en un cambio de actitud en lo cotidiano". Así también lo hicieron los contratistas quienes comenzaron a interesarse en el tema.

Se abrieron también puertas a nuevas oportunidades. Por un lado el acceso al financiamiento de un porcentaje del proyecto a través de la fundación holandesa Oiko Credit y por otro el posicionamiento de las empresas para insertarse en nuevos mercados gracias a la certificación de la norma Europea RTRS.  

Para los facilitadores siempre resulta un desafío sacar al productor de la "diaria" especialmente cuando el contexto desde lo político, sectorial y económico resulta complejo y lleva al productor a mantener una visión cortoplacista. Esto va en contra de cualquier esquema de sustentabilidad donde los horizontes son de mediano y largo plazo. Sin embargo, para Javier y Pablo los resultados fueron sorprendentes, ya que justamente lo agobiante del contexto hizo de la implementación de los protocolos un factor motivacional importante. Según sus palabras "son un elemento más para hacer frente a la adversidad y proyectarse hacia el futuro, construyendo pilares firmes que van más allá de la coyuntura de la campaña"

 

Ambos destacan la necesidad de apoyo, control y asesoramiento constantes, además de la continua capacitación para generar el "cambio cultural" necesario. La concientización de los productores, incluso de generaciones más antiguas, así como de sus familias ha sido notable. En ese aspecto el rol de la cooperativa como coordinadora del grupo fue determinante. Según Javier y Pablo la certificación no sólo significó para los productores la revalorización de sus tareas por el orgullo que implica lograr tal objetivo, sino que "generará un salto de calidad de la cooperativa en su conjunto en el camino de una nueva forma de trabajar, incorporando a todos los eslabones a su cadena de valor"

 

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